Desde el 22 de febrero hasta el 7 de abril más de mil muñecas antiguas serán exhibidas en el Museo El Castillo, uno de los lugares culturales más singulares de Medellín. La muestra se nutre de colecciones de distintas procedencias. La más sobresaliente es la de Isolda Echavarría, la hija única del filántropo Diego Echavarría Misas y de Benedikta Zur Nieden. En los juguetes de Isolda los investigadores y los coleccionistas han encontrado piezas de enorme valor histórico y artístico, que fueron traídas a la ciudad por Echavarría Misas luego de sus viajes por Europa de mediados de los años cuarenta. Además de estos materiales, el Museo ha comprado a lo largo de su historia otras piezas que han aumentado el prestigio de su colección de muñecas.
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Según María Clara Velásquez, directora de comunicaciones del Museo El Castillo, esta es la tercera vez que se realiza en Medellín una muestra de esta dimensión. Además de las de Isolda, la exposición cuenta con piezas que pertenecen a 30 particulares. Por ese motivo, el visitante verá exhibidas muñecas del siglo XIX —como la JDK 214, fabricada en Alemania por Johann Daniel Kestner Jr, propiedad de El Castillo— hasta un ejemplar de la muñeca Chichobelo, que fue la compañera de los juegos de infancia de María Clara. “Esta muñeca fue de mi abuela paterna y ella me la dio a mí”, dice ella. Y este es otro de los rasgos sobresalientes de esta exposición: además de valor estético e histórico, las piezas tiene una fuerte carga emocional y sentimental.
Esta última idea se entiende mejor hablando de las muñecas que Sergio Gaviria Vieco envió para que fueran expuestas en El Castillo. Los juguetes pertenecieron a su fallecida hermana, Maria Eugenia Gaviria Vieco. En el fragmento de un texto hecho para la ocasión de la muestra Sergio reveló parte de la existencia de una mujer que en su infancia hizo las muñecas y las conservó durante toda su vida. “Nos tocó, a quienes estuvimos con ella en sus últimos momentos, la sorpresa de encontrarlas en una caja de cartón y sacarlas de ese armario donde estaban”. Con este ejemplo salta a la vista la importancia que tienen los juguetes en las vidas cotidianas de las familias antioqueñas y de Colombia. Además de ser utensilios para el juego, son elementos en los que descansa la memoria personal y colectiva.
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Un ejemplo de la forma en que la historia se encarna en los juguetes es la parte de la exhibición que está dedicada a la muñeca Barbie, famosa por estos días porque una película inspirada en ella está en competencia en los premios Óscar. En las ochenta Barbies que hacen parte de la exposición, y que son propiedad de Juan Camilo Zapata, el espectador verá las transformaciones de la moda, de los oficios, de las estéticas y de los sueños de varias generaciones de mujeres. De alguna forma, en esas muñecas se materializan los sueños y las luchas de las mujeres de distintas épocas. También se perciben las formas en cómo fueron vistas y cómo ellas mismas se vieron.
Los juguetes tienen una doble naturaleza: son cosas de niños, herramientas propias de la infancia, y, al tiempo, son artefactos culturales que dejan a la luz distintos rasgos de las sociedades.